viernes, 24 de febrero de 2017

TÚ ANTES ARAÑABAS LA CIUDAD



(...)
Blake creía en Dios, 
Villon fue un ladrón,
Lorca chupaba pollas, 
T.S. Elliot trabajaba de cajero en una ventanilla
(...)
(Charles Bukowski)

Inicio la entrada de hoy con estos versos del padre del realismo sucio para manifestar una realidad, muchos de los artistas que nos gustan en ocasiones tienen acciones, estilos de vida o ideologías que nos pueden parecer, en el mejor de los casos, cuestionables. ¿Influye esto en la concepción que tenemos del artista? Pues posiblemente sí. Johnny Ramone, por ejemplo, siempre fue el menos querido de los miembros de la banda de Queens debido a su carácter huraño y, desde luego, el hecho de mostrarse seguidor irredento de los presidentes más retrógrados y clasistas, hasta ahora, de los EE. UU. (Reagan y los dos George Bush) no le ayudó a granjearse simpatías precisamente. Así podríamos enumerar una larga lista de artistas cuyo carisma se ha visto muy diluido a razón de ciertas opiniones o creencias. 

Sí es cierto es que las bondades o maldades de un artista no influyen en la calidad de su obra y, por eso, más allá de que Ramoncín se haya quedado en el imaginario popular como un patibulario directivo de esa mafia llamada SGAE y quede algún reducto de cuando intentó intelectualizarse presentando «Lingo», hay que tener en cuenta que mucho antes de eso, Ramón Martínez Márquez fue uno de los personajes más notorios del rock español, y no sin mérito.

He elegido hablar de Arañando la ciudad (aunque también podría haber usado otros como Barriobajero o Ramoncín y W.C.) por un tema estrictamente personal, fue el primer disco del de Vallecas que escuché, hacía ya años que había salido y Ramoncín comenzaba su etapa televisiva, así que el contexto en el que fue compuesto y grabado podía quedarme muy lejos, pero para un chaval que crecía en el corazón de un barrio obrero de una ciudad industrial, que vivía entre cemento gris, bares de sol y sombra, cañas y humo, puticlub en la parte alta del barrio y miembros de la generación anterior a la tuya machacados por los efectos del caballo era muy fácil comprender la temática: la calle.

Arañando la ciudad inicia su baile salvaje y delirante con la ínclita «Hormigón, mujeres y alcohol», rebautizada popularmente como «Litros del alcohol», depués la histriónica «Nu babe», ácida crítica contra la New wave, el estilo que se abría paso como principal influencia de los grupos de la movida madrileña. Burlando es una canción con un indiscutible aire al gran Lou Reed y una buena muestra de ese nudo callejero y marginal que el disco nos va mostrando a cada canción, desde la lubricidad de «Olvida mi cama» al alegato punk de «Putney Bridge», pasando por el bestiario de personajes que nos ofrecen «Presidiario», «Reina de la noche», «Mei, la lumi» o la estupenda y tóxica «Ángel de cuero».

Ramoncín abandonó su faceta más agresiva en este disco, en el que optó por dejar la velocidad y rabia de discos anteriores para optar por un rock & roll también urgente y directo pero más cuidado en cuanto a melodías se refiere.

En fin, que sé que Ramoncín es un personaje que no provoca simpatías y además se lo ha ganado a pulso, pero qué queréis que os diga, yo prefiero escuchar sus buenos discos e ignorar sus estupideces a tener que oír mierdas como Dani Martín o Leiva, por muy simpáticos que diga la peña que son.

Ramoncín - Arañando la ciudad (Deezer)

viernes, 17 de febrero de 2017

DULZURA EN EL UNDERGROUND



No todo en la vida va a ser prestar atención a las novedades discográficas o música hecha en el pasado, así que hoy voy a dar cancha a un descubrimiento que he hecho en el fantástico blog de música Faster and Louder (si no lo conocéis, estáis tardando en echarle una ojeada).
The Sweet Things son cuatro chicos neoyorquinos que cuentan con un único single en el mercado,la canción «Love to leave»,en este sencillo la banda rezuma influencias de un rock intenso y sucio a la vez en la que se asoman ciertas connotaciones a  Rolling Stones, Faces, New York Dolls, Hanoi Rocks o Kiss. Si yo fuera un veinteañero formando una banda, querría sonar como ellos.

Estos Sweet Things son una buena muestra de que en el underground norteamericano se sigue practicando música de buen gusto aderezada con mucha actitud y calidad, la repercusión o las oportunidades de acceder a un mercado más mainstream (si es que realmente desean eso) ya vendrán marcadas por factores que no dependerán de ellos. Por si acaso, os dejo las tres canciones que tienen en Yotutube para que les echéis un vistazo (y un oídazo, claro).

The Sweet Things - Love to leave

The Sweet Things - Cocaine asslicker blues

The Sweet Things - Through the cracks of the city

viernes, 3 de febrero de 2017

DEL OTRO LADO DEL MUNDO



Conocí a estos australianos hará cosa de tres años cuando vinieron a tocar a Gijón. Me interesé por su disco de debut, titulado con el nombre de la banda, y la primera lectura que saqué es la misma que sacaría cualquiera que los escuchara por primera vez, «suenan mucho a The Black Crowes». Esta afirmación, siendo absolutamente innegable, no tiene por qué ser negativa, peor sería que se parecieran, no sé... a Bon Jovi o los Red Hot Chilli Peppers, por ejemplo. El caso es que estos muchachos se hicieron un hueco en mi reproductor personal, sobre todo esa tremenda canción, «Raise your glasses», y de vez en cuando me pasaba por su Facebook para ver si había algo nuevo respecto a ellos.

La semana pasada estos oriundos de Melbourne lanzaron Otherside, su segundo larga duración, así que enseguida me lancé a escucharlo y el resultado fue como el de su primer LP, alta satisfacción. A ver, la banda sigue haciendo lo mismo, rock & roll con toques boogiesouthern, country, soul, es decir, un compendio de influencias que, aparte de los Crowes, incluyen a los Faces y Rod Stewart, Allman Brothers o Lynyrd Skynyrd, por poner sólo unos ejemplos; lo realmente reseñable de este trabajo es que tiene muy buenas canciones.
Entre guitarras furiosas como las de «Motortalkin'» o el tema que da nombre al disco y canciones lentas pero con mucha intensidad como la magnífica balada «Love revolution» o el acústico final de «Don't steal the light», los nueve cortes de Otherside te transportan a una época de sudor, humo de marihuana y alfombras persas en los suelos de los escenarios, una época en la que la música lo era todo y que posiblemente nunca volverá, pero siempre nos quedarán bandas como My Dynamite para recordarla.

My Dynamite - Otherside (Deezer)