jueves, 22 de septiembre de 2016
NOSTALGIA DEL DIÉSEL
Los ochenta. Denostados por unos y alabados por otros, y no me refiero únicamente a toda esta moda del Yo fui a EGB y demás chuminadas. Más allá de las nostalgias infantiles y los prejuicios contra una estética, digamos, diferente, esta década siembra controversias entre aquellos que abrazaron el desenfado y hedonismo de la música de esa época y aquellos que reniegan de estas cualidades y abogan por enaltecer décadas anteriores y posteriores.
Como casi siempre, las cosas no son negras o blancas, si bien es cierto que los ochenta no resisten comparación con la dualidad sesenta-setenta, que fue la era de la mayoría de obras maestras de la música popular, y que los noventa resultaron mucho más interesantes sónicamente hablando, no deja de haber cosas dignas de mención dentro de la saturación de artistas poco destacables que lograron la fama entonces.
Érase una vez en Australia un joven nacido en América pero, como tantos otros, emigrado con su familia al país de los canguros llamado Mark Dennis Lizotte que, ante el poco gancho comercial de su nombre verdadero fue conocido musicalmente como Johnny Diesel. Lizotte creció a lo largo de la década de los ochenta con un sueño muy propio de los adolescentes de esa época (y de todas, realmente): ser una estrella de rock & roll. Para ello completó una singladura digna del protagonista de alguna de esas edulcoradas películas juveniles que predominaban en aquellos tiempos; comenzó montando un grupo con sus amigos del instituto y fue medrando hasta conseguir cierta notoriedad en 1986 con una banda de hard rock llamada The Angels, cuyo álbum Don't go looking back pegó con cierta fuerza en Oceanía.
Tras la separación de The Angels, nuestro protagonista de hoy se decidió a encabezar un proyecto basado en sí mismo como cabeza visible y en las canciones que llevaba tiempo componiendo. Se rebautizó como Johnny Diesel (nombre sacado de una anécdota vivida cuando trabajaba en una estación de servicio) y reclutó a una serie de músicos a los que llamaría The Injectors. Esta banda experimentó un rápido crecimiento que alcanzó su cénit en 1988 con la publicación de su debut homónimo.
Cuando uno ve la portada del Lp de Johnny Diesel & The Injectors no puede pasar por alto la similitud entre la imagen de Johnny y la de Joe Strummer, pero realmente se trata de una mera similitud (forzada o no) a nivel visual, la música de Diesel no tenía nada que ver con The Clash ni con ninguno de los otros proyectos de Strummer, Johnny Diesel & The Injectors sonaban a rock típico de los ochenta, melódico, muy básico en cuanto a riffs se refiere y con presencia reseñable de saxofón y piano... Deberíamos entonces aludir a estos aussies como eruditos del Springsteen más mainstream o como la respuesta australiana a Bryan Adams. Así lo demuestran temas con tanto gancho como « Get ya love», «Soul revival», «Don't need love», «Lookin' for love» o «Parisienne hotel», con esa épica melódica de las canciones ochenteras que podían servir de banda sonora de cualquier blockbuster cinematográfico o televisivo de la época, también hay acercamientos al blues light en «Cry in shame», «Fire without a flame» o la instrumental «Thang». Por supuesto, tampoco falta la proverbial balada, «Since I fell for you», con aires fifties, digna de cerrar el baile de graduación de cualquier instituto anglosajón.
Este primer disco fue realmente celebrado hace casi treinta años y hará las delicias de aquellos que se acerquen a él sin prejuicios y siendo ecuánimes con lo que es, un ejercicio de entretenimiento...
...como lo fueron los ochenta.
Johnny Diesel & The Injectors
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