sábado, 31 de marzo de 2018

THIS IS HOW WE PARTY



The Nuclears son una banda de Brooklyn. La que posiblemente sea su opera magna (y prima) se titula This is how we party y data de 2014. Se trata de un disco de rock contundente y festivo, como su nombre indica. Suenan a New York Dolls en el tema título y «Shelf life», a Slade en «Glitter and grime», a Thin Lizzy en «I can't quite say», a soul en «Baby, you know I love you» o a country de Nashville en la postrera «New York City blows», aparte de incluir una delirante versión de «And your bird can sing» de The Beatles.
Disco altamente recomendable para fines de semana y darse al rock y el bebercio.

The Nuclears-This is how we party

viernes, 23 de marzo de 2018

ELLA ELIGE IR EN ULTRALIGERO



Tengo un amigo que dice que hay grupos o artistas que suenan a bar, él sobre todo usa esa frase para referirse a Platero y tú, y tiene razón, el sonido y las canciones de los discos de la banda de Fito y Uoho remiten irremisiblemente a garitos con la música alta, la cerveza fría y un montón de humo proveniente de cualquier tipo de cigarro (esto último, por desgracia, ya es imposible). Cuando mi colega me comenta esto, que suele ser a menudo porque tiende a ser repetitivo, sobre todo a ciertas horas del fin de semana, a mí se me ocurren varios artistas cuya obra incluiría total o parcialmente: Entre otros, Bruce Springsteen y la E Street band, quizá hasta Born to run, los New York Dolls, los AC/DC de Bon Scott, Burning, Scott Morgan o Dr. Feelgood (el estilo que practican estos últimos se denomina Pub rock, tampoco hay que ser un lumbreras para llegar a esta conclusión).
Ultraligeros juegan en esa liga, la del rock sencillo, canalla y directo de estribillos simples y fáciles de cantar, y acentúan esa tendencia en su segundo disco, estrenado a finales del año pasado, Ella elige, once temas donde se dan la mano los Burning; el Loquillo más fiero e intenso, es decir, el de hace muchos años; los Barricada primigenios y otros ilustres como Tequila o Doctor Deseo. Mucha historia de calle y de taberna en sus letras y buenas guitarras acompañadas por una solvente sección rítmica y saxos y hammond juguetones en algunos temas. Para terminar, junto a temazos como «Soy de acero», «El tiempo se detiene», «¿Por qué no te suicidas?», «Cantando a la luna» y «Pesadillas» (hoy elijo estos, mañana podría escoger las que no he citado), se incluye una versión de «Preparado para el rock & roll» de Alarma!!! que, aparte de poder constituir un homenaje a Manolo Tena, es sin duda toda una declaración de intenciones.

En fin, que si queréis que vuestra casa, coche, vinatería, jardín de infancia o lo que sea suene como un garito de los de antes, como un bar de esos de verdad que en estos tiempos cutres y de pose puritana cada vez escasean más, probad a pinchar la música de Ultraligeros; mano de santo, santo pagano, pero santo al fin y al cabo.

Ultraligeros-Ella elige (Deezer)


viernes, 16 de marzo de 2018

DAKOTA, LOLITA, SUPERMÁN... ¿OTRO?



Thinking back, thinking of you.
Summertime, think it was June.
Yeah, I think it was June.
Laying back, head in the grass,
chewing gum, having some laughs.
Yeah, having some laughs...

Así se inicia una de las mejores canciones grabadas en este siglo, una emotiva oda al pasado y al amor adolescente incluida en un muy buen disco.

Corría el año 2005 cuando Stereophonics sacaron su cuarto álbum, Language. Sex. Violence. Other? Un trabajo que marcaría diferencias frente a sus antecesores en cuanto a la banda se refiere, ya que el argentino Javier Weyler se hacía cargo de la batería en sustitución del hoy difunto Stuart Cable, y en el sonido, donde unas guitarras más afiladas y la inclusión de teclados convertía el sonido de la banda galesa en un rock menos pop y más cercano al indie guitarrero que estaba muy de moda en las islas, pues lo mismo podía sonar en clubes de música moderna como en garitos de corte más rockero. Eso sí, a diferencia de muchas bandas adheridas a ese estilo, Stereophonics tenían una impronta muy genuina, en parte por la personal voz de Kelley Jones. Además, buscaron una portada muy transgresora visualmente hablando, lo cual, añadido al título, daba a entender que los Stereophonics de «Have a nice day» se habían subido los cuellos de la chupa de cuero y tenían ganas de hacer el gamberro un rato. Y así empiezan los guitarreos con dos trallazos, la vacilona «Superman» y la macarra y guitarrera «Doorman», a los que sigue una composición muy a lo Primal Scream, «Brother», rock de sintetizadores por un tubo. «Devil» podría pasar por una canción grunge del siglo XXI, pero lo que viene después es punto y aparte.
Tiene gracia que, en un disco tan oscuro y agresivo como este, la canción más luminosa y de tono más naïf sea la mejor, pero es que «Dakota» es una pieza súper inspirada; sin dejar de ser guitarrera, posee ese aroma de himno que sólo tienen los grandes temas, todo acompañado de una letra evocadora del primer amor y la confusión que este deja cuando termina (porque, amiguitos, si el primer amor tiene alguna certeza es que se acaba).
Tras la descarga del fantástico hit single sigue el sosiego de la mano del medio tiempo «Rewind» para después rozar el britpop con «Pedalpusher»; «Girl» trae de vuelta la contundencia y el tono más provocativo y chuleta de la voz de Jones, mientras que «Lolita» recae en cierto sosiego y una buena dosis de ternura, no en vano es una canción que Jones dedica a su hija. «Deadhead» posiblemente sea mi canción favorita tras «Dakota», cruda y rockera. El álbum se cierra con «Feel», otro medio tiempo, que marca el final de un disco con una calidad de la que no andan precisamente sobradas las grabaciones de estas dos últimas décadas.

Stereophonics-Language. Sex. Violence. Other? (Deezer)


viernes, 2 de marzo de 2018

AHORA Y SIEMPRE, QUINI, AHORA Y SIEMPRE



Me quedé conmocionado, ¿sabes? No era sólo mi colega, era el colega de  todo el mundo. 
Con estas palabras rememoraba Keith Richards el momento en el que conoció la noticia de la muerte de John Lennon; seguro que muchos sintieron lo mismo el pasado martes cuando se enteraron del  repentino fallecimiento de Enrique Castro, Quini. Al menos a mí me sucedió.

Yo, por edad, no pude ver en directo al mejor Quini, el de su primera época del Sporting. Cuando se fue traspasado al Barcelona yo apenas contaba con tres años y, cuando volvió, una generación de jóvenes, procedentes en su mayoría de la Escuela de Mareo, se habían convertido en los nuevos héroes de los jóvenes sportinguistas; en mi caso era Eloy Olaya, en otros estaba el gran Juan Carlos Ablanedo, el hombre que consiguió que los niños gijoneses quisieran jugar de porteros en los recreos del colegio, simplemente por emular sus antológicas paradas, también estaban Esteban, Tati, Zurdi, Jaime, Mino, etc. Sin embargo, igual que padres y sacerdotes en la antigua Grecia advertían que si eras un guerrero podías llevar la imagen de Ares en tu escudo al ir a la guerra, grabar en tu barca a Poseidón al hacerte a la mar o invocar a Dioniso al entregarte a los placeres del vino, pero nunca debías olvidar que Zeus estaba por encima de todos ellos y era quien reinaba en el Olimpo, así nos recordaban nuestros mayores y los cronistas de sus hazañas que Quini era la deidad absoluta del Sporting, la gran leyenda rojiblanca y así debía ser considerado por todos (y mi generación, a su vez, lo transmitió a las siguientes). La gran diferencia residía en que, mientras Zeus bajaba al llano y se mezclaba con los humanos sólo para dar rienda suelta a su caprichos más lúbricos, Quini no necesitaba bajar a ningún sitio porque sus pies sólo se despegaban del suelo cuando buscaban un balón que alojar dentro de la portería. Quini conocía y muchas veces compartía la realidad de los jubilados que apuraban sus horas en los bares, de los matrimonios trabajadores, ya fuera en casa o fuera de ella, que ponían todo su esfuerzo en sacar sus hogares adelante, de los jóvenes que buscaban su lugar en un futuro incierto y de los niños que se pelaban las rodillas en las plazas y parques soñando con ser delanteros del Sporting y la selección. Por eso era tan importante, porque sus goles, cual canciones de Bruce Springsteen, hablaban de todos nosotros y por eso su pérdida es irreparable, porque en este mundo, aterrador y falto de valores, es imposible que se repita una figura como la de Quini, alguien capaz de ser el mejor futbolista y la persona más cercana, y por eso hoy le lloramos tantos.

Marcha d'Antón el neñu