miércoles, 15 de julio de 2015

GUITARRAS ARDIENDO MÁS ALLÁ DEL SAVOY



Cuenta la leyenda que algunos de los legendarios bluesmen que, allá por los felices años veinte, acometieron una nueva forma de tocar la guitarra y de enfocar el blues que sirvió como catalizador de una evolución que acabaría en el nacimiento del rock & roll habían hecho un pacto con el diablo. La mecánica era muy fácil, uno solo tenía que plantarse en un cruce de caminos a la medianoche e ir acompañado de una guitarra, al poco tiempo aparecería caminando por allí un hombre negro enorme al que debías cederle el instrumento, el tipo te lo afinaba y ya te habías convertido en un virtuoso bluesero y vivirías una vida de música y desenfreno hasta que Luzbel pasara algún día a recoger tu alma (en el caso de Robert Johnson y alguno de sus coetáneos aquello ocurrió más pronto que tarde).

El sábado pasado, varios minutos después de la medianoche y sin ningún cruce de caminos excesivamente cerca, vimos cómo Adam Bomb afinaba su propia guitarra mejor de lo que podría hacerlo ningún príncipe, rey, archiduque o comandante en jefe de las tinieblas, porque la descarga que ofreció después fue como para llevarse consigo las almas de todos los que nos hallábamos en el Savoy del tirón.
Visiblemente molesto por el retraso con el que tenía que empezar y enfundado en un muy molón traje de leopardo, todo cambió cuando la pantalla del escenario se subió para dar paso a la banda, entonces fue la música quien cobró protagonismo, y lo hizo a base de bien, porque el neoyorquino se marcó un concierto de auténtico guitar hero (o, como él dice, american guitar player puta madre), la Gibson tuneada con infinidad de lucecitas se dejó cada nota que llevaba dentro en los oídos de todos los allí congregados. Perfectamente secundado por Paolo y Fucker en la sección rítmica, Adam Bomb fue desgranando, sin necesidad de pedales ni efecto alguno, sus mejores canciones (aunque algunos echamos de menos "Crazy Mother Fucker"), no faltaron cañonazos como "I Want My Heavy Metal", "Rock SEX City", "Angry Angry", "Rock Like Fuck" o la hilarante "Siete Lonchas", entre otras, tocadas a un volumen bestial y acompañadas por versiones magistrales como "Rock & Roll" y "Black Dog" de Led Zeppelin, "New York, New York" de Sinatra", "Too Much Junkie Bussiness" de Johnny Thunders, "Let There Be Rock" de AC/DC o una demoledora "Rock & Roll All Nite" de KISS.
Ni siquiera el parón de media hora para repostar en la barra consiguió relajar la comunión entre banda y público,que se vio acrecentada con los trucos pirotécnicos del grupo, Adam colocó dos veces una especie de bengala en el clavijero de su guitarra para lanzar un reguero de chispas, le prendió fuego al plato de la batería de Fucker, Paolo hizo de escupefuegos circense y, en un final tan apoteósico como apocalíptico, Bomb hizo arder su guitarra mientras el bajista, con una radial de mano, sacaba chispas por doquier de aquella Les Paul, provocando la catarsis de un público que rejuvenecía varios años al volver a percibir el rock & roll como algo festivo y peligroso a la vez.

Tras el concierto tuvimos tiempo para compartir fotos y tabaco con el grupo y después nos fuimos con los oídos tocados por el tremendo sonido y pensando en que habíamos visto algo que muchos no creerían pero que, al contrario de las naves en Orión o los rayos C en la puerta de Tannhäuser, no se borraría como lágrimas en la lluvia.

Al menos este humilde blog no iba a permitirlo.

Foto: Carlos Ayarza

No hay comentarios:

Publicar un comentario