viernes, 9 de noviembre de 2018

ALL THINGS MUST PASS


Comencé esta aventura hace más de cuatro años para narrar lo mucho que me había gustado un concierto de mis adorados Burning, después decidí pasar regularmente por esta ventana para mostrar mis inquietudes, mayormente musicales (aunque también hubo espacio para otras cosas). Ahora se avecina una época de grandes cambios en mi vida y, pese a ser cambios para bien, veo que en esta nueva singladura no habrá sitio para Nicotina Eléctrica, es más, quizá estas alteraciones hagan a este blog perder su sentido, por ello, cuando termine este post, no volveré a escribir en él. No pienso borrarlo tampoco, fue algo importante para mí y, quien sabe, quizá pueda resultar útil a alguien si un buscador le trae hasta aquí en busca de algún tema que yo haya tocado.

He de decir que cuando inicié este periplo sólo pensé en hacer algo que me gustara a mí, de poder escribir sobre aquello que me emocionaba y casi siempre sobre cosas que me gustaban, más que nada porque no me he encontrado demasiado a gusto cuando he escrito sobre algo que no me agradara, creo que eso está bien y, modesta y personalmente, yo estoy contento con el resultado porque Nicotina Eléctrica ha cumplido el fin individualista para el que fue creado, si alguien más ha conocido algo que le gustara o simplemente ha pasado un buen rato leyéndolo, miel sobre hojuelas.

Esto se acaba, es hora de dejar a este espacio arrastrarse hacia esa vorágine que son las páginas no actualizadas y decirle adiós como al último trago de cerveza, la última calada del cigarro, el último beso del amor, como a Ruby Tuesday...





jueves, 1 de noviembre de 2018

QUE EL TIEMPO NO TE CAMBIE



Esta es una entrada especial y, por ello, voy a hablar de uno de mis discos favoritos y mi relación con él.

Corría el año 1993, primeros de octubre, la vuelta al instituto, y un compañero y amigo aparece con una camiseta en la que se ven dos cabezas negras de pájaro con pinta de hippies y cara de haberse fumado una plantación de marihuana entera . La conversación fue más o menos así:
-Hostia, ¿qué haces con una camiseta de Las urracas parlanchinas colocadas? (Nota para los más jóvenes: Las urracas parlanchinas, Checho y Chucho, eran dos pájaros de dibujos animados medianamente famosos en los ochenta cuyas aventuras iban entre capítulos de Súper Ratón, estrella de aquel show).
-¿No conoces a los Black Crowes?
-He leído sobre ellos en alguna revista, pero no recuerdo haberlos escuchado, ¿están bien?
-¿Bien? Están de puta madre. Me pillé en cinta el primer disco (en aquel momento ya había salido su segundo LP, The southern harmony & musical companion) en Galicia y me he tirado todo el verano escuchándola. Además a ti te molarán, se les nota la influencia de los Stones.
-Ah, guay, pues a ver si me la pasas o me la grabas.
-Hacemos una cosa, esta tarde te pasas por mi casa, merendamos, la escuchamos y la grabas.
Unas horas después, en el gijonés barrio de El Coto, me presenté en casa de mi compadre acompañado de unos donuts, dos latas de Coca-Cola  y una TDK de 90. Pusimos aquel Shake your money maker en el reproductor y el riff de «Twice as hard» fue como un directo a la mandíbula que vino seguido de un gancho que casi me manda a la  imaginaria lona, la aguda y desgarrada voz de Chris Robinson. Ahí empezaba un viaje alucinante que me llevaría por la urgencia de «Jealous again», el blues con aires gospel de «Sister luck», por «Could I've been so blind», puede que mi favorita, por el lirismo de«Seeing things», por el groove contagioso de «Hard to handle» - en una época en la que la única canción de Otis Redding que conocía era «Sitting on the dock of the bay»-, los aires honky tonk de «Thick n' thin», el comentario de que «She talks to angels» podría servir para tirarle los trastos a alguna chavalita, por el duelo de guitarras en «Struttin' blues» y la final y rocanrolera «Stare it cold», posteriormente saldría en CD una edición con un bonus track, «Don't wake me up», pero eso no viene al caso. No conseguía reponerme a aquella amalgama de rock setentero, Stones, Faces, Skynyrd, Allman Brothers, Zeppelin... así que tuve que grabar aquella maravilla (en la otra cara grabé Pornograffiti II de Extreme, bastante peor) y reproducirlo en mi casa y en el walkman durante días, y días, y días...

...y días que se convirtieron en años; vi a los Black Crowes telonear a los Stones en El Molinón, aquella cinta acabó como solían acabar la mayoría, engullida por un herrumboso walkman al que el tiempo había convertido en una máquina patosa e infesta, la vida me fue alejando de aquel amigo hasta que llegó un momento en el que no supe nunca nada más de él, crecí, me volví mayor y más sabio, aunque tampoco mucho, y un día, en un mercadillo, me compré Shake your money maker de segunda mano y descubrí una cosa: Por mucho tiempo que pase y mucho que cambien las cosas, la sensación de escuchar esa entrada de guitarra y voz en «Twice as hard» permanecerá inalterable cada vez que la escuche.

The Black Crowes - Shake your money maker (Deezer)

viernes, 26 de octubre de 2018

THERE'S A SPACEMAN WAITING IN THE SKY



Ace Frehley siempre ha sido mi miembro de Kiss favorito, en parte porque el look de Spaceman siempre me ha parecido el más molón, pero también porque, cuando la banda del beso decidió lanzar cuatro discos en solitario de cada uno de sus miembros, Ace hizo el que en mi opinión es el mejor del cuarteto. El caso es que ni los Kiss desmaquillados de los ochenta ni los actuales, con ese Tommy Thayer usurpando el papel de hombre del espacio, acaban de convencerme, por el contrario, Ace ha sabido construirse un cuño en su carrera en solitario (mucho más discreta que la de su exgrupo) al que añade una nueva entrega con Spaceman, un disco lanzado recientemente.

El nuevo trabajo de Frehley, como los anteriores, es un fiel reflejo de su manera de concebir el rock, tiene mucho de autobiografía y otro tanto de declaración de intenciones; «Bronx boy»,  «Rockin' with the boys» y «Pursuit of rock & roll» hablan de la juventud, del viejo barrio y de los grupos que te influyen a la hora de dedicarte a la música. Por contra, «Mission to mars» y «I wanna go back» son reivindicaciones del imaginario del propio Ace y de Jendell, el lugar de procedencia de nuestro extraterrestre. Además, cabe destacar la presencia de Gene Simmons -que en vez de colaborar en este disco debería darle la patada a Thayer convencer a Ace de volver a la banda- en «Without you I'm nothing» y «Your wish is my command», así como un instrumental, «Quantum flux», muy en la onda de este gran guitarrista. En resumen, que Spaceman nos muestra a un músico y autor en granestado de forma mientras otros se dedican a vender merchandising y hacer conciertos pastiche cabareteros.

Ace Frehley - Spaceman (Deezer)

miércoles, 17 de octubre de 2018

EL ARTE DE LA CONTINUIDAD



The Brew tienen muchas cosas que me gustan y una que admiro especialmente; a pesar de que mi disco favorito del trío británico sea A million dead stars, los Smith y su compañero Jason Barwick han sabido mantener y añadir matices a cada álbum de forma que su música siga sonando contundente, divertida y potente. Bueno, realmente esto ya lo manifesté aquí hace dos años y tres días cuando reseñé el anterior Shake the tree. Pues bien, ahora me pongo en contacto con vosotros como un hijo que llama a su madre tras visitarla para decirle que ha llegado a casa bien, os anuncio que siguen sonando fuertes y convincentes, a rock basado en los sesenta y setenta con su buena dosis de blues y algún toque psicodélico, que la producción sigue con la mejora que hace que el sonido se aproxime a los inconmensurables directos de la banda y que las canciones siguen estando muy bien. The Brew ya cumple con su parte, ahora cumplid vosotros con la vuestra.

The Brew - Art of persuasion (Deezer)

miércoles, 10 de octubre de 2018

TODO TARQUE



Cuando el cantante de una banda de éxito lanza un disco en solitario pueden pasar dos cosas; una es que saque un disco exactamente igual a lo que hace con su banda madre, esto no suele ser buena señal y apunta a un distanciamiento que seguramente acabará en separación; la otra situación es simplemente que el vocalista tenga una colección de canciones que no encajen con el repertorio del grupo y aproveche un hiato para grabarlas y defenderlas en directo, esto no tiene por qué ser nocivo para la formación.

El disco de Tarque, titulado con su propio apellido, podría (incluso me atrevo a decir que debería) haber sido el tercer disco de M Clan, podría ser una correctísima evolución de Un buen momento y Coliseum, pero rechinaría en el imaginario actual de Tarque y Ruipérez, sobre todo después de un disco como Delta. En Tarque nos encontramos, aparte de la prodigiosa voz del murciano, una colección de riffs y melodías contundentes en la onda de AC/DC, los ZZ Top más guitarreros, Led Zeppelin o Hendrix, todo ello de la mano de un Carlos Raya también muy lúcido en la producción (la verdad es que este disco y los de Zigarros me han congraciado con el ex Sangre Azul, al que había cogido cierta tirria por considerarlo un coñazo en directo en los shows de Fito y por la tendencia de llegar a las bandas y que, acto seguido, varios músicos se fueran). Así las cosas, asistimos a casi cuarenta minutos de rock en estado puro, una banda sonando potente, un cantante en estado de gracia y unas letras lascivas, juerguistas, a veces ligeramente nihilistas y más profundas en el caso de «Cactus en el corazón», canción que aborda el tema de los refugiados, el resto son todo nocturnidad, fiesta, rock & roll y la manera más desenfadada de superar el desamor. En resumen, cerca de cuarenta minutos de «Bailo», «Heartbreaker», «Juicio final», «El diablo me acompañará» y «Janis, Amy, Billie» (hermoso homenaje a estas tres damas de la canción a ritmo Creedence). Así es como se hacen las cosas.

Tarque - Tarque (Deezer)


viernes, 5 de octubre de 2018

ROCANROLES SON AMORES



La relación entre fútbol y rock siempre ha sido desigual, el número de rockeros futboleros sobrepasa en mucho al de futbolistas aficionados a la música orientada a las guitarras; había casos como los de José Luis Morales, el comandante, la estrella del Levante y fan acérrimo de Marea, o Manolito Alfaro, aquel menudo delantero del Hércules que celebraba sus goles mostrando camisetas de AC/DC o Barricada, entre otros. Luego teníamos algunos más cool como el espanyolista Granero, oyente de Quique González, o Gaizka Mendieta, que ahora se lo hace de DJ de rock, fan acérrimo de Velvet Underground y Smiths e inmortalizado en la canción «Un buen día» de Los Planetas. El caso es que, salvo estas y otras excepciones, el futbolista en lo que a música se refiere es igual que para la moda, los tatuajes o cualquier cosa que se os ocurra, esto es, son absolutamente permeables a las modas y a los productos fáciles de asumir.

Existe un país donde los futbolistas amantes del rocanrol sí se cuentan en buen número, esa nación es, por supuesto, Argentina; aunque entre los peloteros albicelestes haya muchos admiradores de la cumbia, es absolutamente normal encontrarte a deportistas que llevan remeras, tatuajes y cualquier tipo de símbolo relacionado con los Rolling Stones (sobre todo), AC/DC, Ramones y grupos locales como La Renga, La 25, Ratones Paranoicos, Viejas Locas, Pappo, Los Guarros o Guasones. Hubo incluso un futbolista que fue aún más allá, Germán el mono Burgos incluso montó una banda en la que se autoadjudicó el papel de frontman y lanzó varios discos que daban rienda suelta a su pasión por el rock, llegando a colaborar con gente como Carlos Tarque y Javier Vargas.

Al actual segundo entrenador del Atlético de Madrid le ha salido competencia en la figura de Daniel Osvaldo, insigne delantero nacido en Lanús que ha marcado goles para Huracán, Fiorentina, Espanyol, Juventus, Roma, Inter, Southampton, Oporto y Boca Juniors, entre otros, y fue internacional italiano -tema de antepasados-. Daniel colgó los borceguíes hace un par de años y formó un grupo al que llamó Barrio Viejo (título de una canción de La 25) y con la que anda de garito en garito de lo que queda de la Barcelona más underground con parada en su país natal para desgranar su música en clubes varios. Barrio Viejo lanzó en 2017 un disco de debut titulado Liberación (en relación al peso que Osvaldo se quitó de encima al poder practicar aficiones mal vistas en el mundo del deporte como fumar, beber, trasnochar...) y no se queda en un simple ejercicio de rolinga, en este álbum hay rocanrol, pero también blues y rythm n' blues (incluso una versión de «Walking the dog» de Rufus Thomas) rodeados de un halo canalla con un Osvaldo que parece estar más contento con este LP que con ninguno de los goles marcados en su carrera y haber abrazado eso de «A la redención por el rocanrol».


Barrio Viejo - Liberación (Deezer)

viernes, 28 de septiembre de 2018

ELLOS, A LO SUYO



A: Mola esta canción de Danko Jones.
B: La misma canción que los últimos cinco discos.
A: No ye la mejor que tien, pero lo de la misma canción se podría decir de la mayoría de los grupos.
C: Danko Jones ye como Mötorhead o AC/DC, tienen que ir a piñón fijo, pa' evolucionar ya están Radiohead y esas mierdas.
A: Bastante de acuerdo, pero eso no quiere decir que sean malos.
C: No, simplemente es su rollo. Sería como reprochar a John Wayne que no hiciera comedias románticas.
(Transcripción de una conversación de Whatsapp entre tres tipos cuyas identidades permanecerán en el anonimato)

Existen un montón de bandas en el mundo que están afiliadas a la idiosincrasia que se describe en el texto de arriba, y una de esas formaciones es Supersuckers. El combo liderado por Eddie Spaghetti lleva décadas practicando un rock de componente punk, sucio, tabernario, de riffs abrasivos y ritmos acelerados (salvo por la intrusión de algún escarceo country). Suck it, la nueva entrega de los de Arizona, no difiere mucho de esa máxima, aunque quizá la influencia de Mötorhead se haga más patente en la gran mayoría de cortes de este disco, canciones como «All of the time», «Breakin' my balls» o «The worst thing ever» podrían haber aparecido perfectamente en Aftershock o Bad magic; también hay espacio para temas de factura más clásica como «Dead inside» y «Private parking lot»; para una pieza contry, «Cold wet wind» y para un corrosivo cover del «Beer drinkers & hell raisers» de los ZZ Top, que cierra un LP que, pese a no presentar novedades destacables, mantiene en plena vigencia aquella frase de Lemmy: «Si no te gustan los Supersuckers, no te gusta el rock & roll»

Supersuckers - Suck it (Deezer)