jueves, 26 de mayo de 2016

MORDISCOS MELÓDICOS



A lo largo de la historia de la música, especialmente en el rock, siempre ha existido una lucha entre dos bandas o artistas que han sido erigidos como portavoces o puntas de lanza de sus determinadas épocas o corrientes. Desde la dualidad Stones-Beatles en los sesenta hasta las comparaciones entre Strokes y Franz Ferdinand de principio de siglo XXI, pasando por Led Zeppelin-Deep Purple, Judas Priest-Iron Maiden, Prince-Michael Jackson, Nirvana-Pearl Jam o Blur-Oasis, este bipartidismo (alimentado en gran parte por la prensa especializada y en muchas ocasiones contando con la aprobación de las bandas y su entorno) también tuvo cabida durante la época del punk, sobre todo en Gran Bretaña, y ahí supongo que no habrá dudas sobre las dos bandas más grandes que dio esta vertiente del rock & roll (y no hablo de que fueran necesariamente las mejores) fueron los Sex Pistols y los Clash. Es cierto que los Pistols no dejaban de ser una ruidosa boy band de clase baja, un producto pergeñado por la habilidad de Malcolm McLaren, pero su repercusión y su ascendencia en el mundo de la música es indiscutible. Asimismo también es obligatorio recordar que los Clash compusieron, entre muchas otras cosas de calidad, la que, posiblemente, sea la  ópera magna de toda aquella corriente con London Calling, aparte de estructurar un ideario seguido por gran parte de adeptos de la filosofía punk.
Tras esas dos bandas podríamos discutir cuál fue la tercera formación en importancia de aquella época y ahí sí que creo que las opciones están muy abiertas, algunos preferirán la oscuridad de los Damned, otros se decantarán por la tendencia Oi! de Sham 69 o el propagandismo de Crass,  habrá quien elija a The Boys, The Skids, The Ruts... en fin, que las opciones son múltiples, pero como el encargado de hacer este blog soy yo, voy a deciros que para mí ese lugar corresponde a los Buzzcocks, y de ellos trata la entrada de hoy.

The Buzzcocks son un rara avis en el mundillo punk, el hecho de que su música estuviese más cargada de melodía que el de muchos de sus grupos coetáneos y una estética no tan rompedora les ha acercado más según muchas voces, autorizadas o no, a la New wave o el Power pop. No obstante, y siempre bajo mi prisma, los de Bolton, no sólo por lo temporal sino también por lo sónico (tener mayor sentido de la melodía no les convierte en Chicago, por poner un  ejemplo) siempre han encajado en el arquetipo del punk -qué curioso que una música que se supone luche contra convencionalismos sea tan fácilmente clasificable-.

Love Bites siempre ha sido considerada la obra culmen de los Buzzcocks y en eso estoy muy de acuerdo, sin duda es su disco más redondo, y no es el hecho de que contenga «Ever fallen In Love...», su canción más celebrada, es que todo el álbum rezuma frescura y buen hacer, demostrando que la urgencia no tiene porqué estar reñida con tocar bien. Desde la inicial «Real world» hasta la postrera e instrumental «Late for the train», las guitarras de Pete Shelley y Steve Diggle, unidas a la base rítmica formada por Barry Adamson y John Maher, dibujan un panorama eléctrico un tanto naïf por la sencillez de sus composiciones y la forma de cantar de Shelley, pero tremendamente efectivo a la hora de transmitir su energía casi adolescente.
«Nostalgia», «Just lust», «Sixteen again», la semiacústica «Love is lies», el anteriormente citado hit-single (una vez alguien me la definió como «una canción para hacer pogo con el corazón roto») junto a las demás constituyen un compendio de temas poderosos con onda muy british que vosotros, pobres almas descarriadas, no deberíais dejar pasar un minuto más sin escuchar.
Así que ya sabéis...

The Buzzcocks - Love Bites

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