jueves, 18 de diciembre de 2014
COURT ORDER
La primera vez que escuché "Satisfaction" tenía once años, mi primo me había grabado una cinta de los Stones y aquella guitarra rasgaba el silencio como un desafío años antes de entender su letra y su espíritu de hastío hacia la acomodaticia y bienintencionada sociedad de consumo. Aquellas primeras cassettes grabadas me introdujeron de lleno en el Rock & Roll, me sumergí en el mundo de los Clash, Lou Reed, Ramones, Iggy Pop, Stranglers, Led Zeppelin o Bowie. Esos primeros pasos fueron los que me guiaron por el camino de la buena música orientada a las guitarras eléctricas, los que me transmitieron la pasión por esta vida, sus códigos y sus iconos y, como buen melómano, comprendí el valor de poseer discos originales y ver a las tiendas como santuarios a los que uno iba a alimentar el espíritu. El problema vino cuando el mundo mutó en esto que tenemos ahora y los avances tecnológicos barrieron a las tiendas de discos; es cierto que uno podía acceder a la obra de sus ídolos de formas alternativas pero no es menos cierto en que cuando uno iba a una tienda no solo iba a comprar material original, también estaban aquellos denominados "discos pirata" que no eran sino testimonios sonoros de distintas actuaciones. Esos discos aún existen, incluso hay discográficas especializadas en este tipo de grabaciones.
El caso es que una de estas grabaciones de un momento álgido de las más grandes leyendas del Rock, cayó hace unos meses en mis manos, precisamente gracias a mi primo, y como hoy es el cumpleaños del principal responsable de esa grabación, el gran Keith Richards, hoy vamos a hablar de ella.
En 1977 los Rolling Stones se habían instalado en Toronto para grabar las canciones que darían forma a su LP "Some Girls", Richards, que pasaba por quizá su época más dura en cuanto a adicciones se refiere, viajó más tarde que sus compañeros y, al llegar a la ciudad canadiense, la policía le cazó con una gran cantidad de heroína, cocaína y hachís. Tras pasar un par de noches en los calabozos el guitarrista fue puesto ante un juez y, para eludir la cárcel, alcanzó un acuerdo por el cual debería someterse a un tratamiento de desintoxicación y además celebrar un concierto benéfico cuyos fondos irían a parar a diferentes asociaciones de lucha contra las drogas.
Recientemente parte de dicho concierto ha sido publicado por Godfather Records y, de nuevo gracias a mi primo, una copia de ese directo obra en mis manos.
El CD se inicia con dos particularidades, a saber, la primera pista es una es la presentación del concierto efectuada por Cliff Lorrimer y el genial John Belushi, por entonces parte significativa del entorno Stone, la segunda es que Richards sale a tocar y cantar "Before You Make Me Run" con The New Barbarians, la banda que montó junto a Ron Wood, los recientemente fallecido a Ian McLagan y Bobby Keys y el propio Cliff Lorrimer, y que tantos ataques de cuernos le dio a Mick Jagger. De hecho, el concierto se dividiría entre ambos grupos. La banda suena muy bien en esta pieza y Richards canta, bueno, canta como tiene que cantar Keith Richards, qué cojones.
En el tercer corte Mick Jagger salta a escena para interpretar "Prodigal Son", del álbum "Beggar's Banquet", a dúo con Keith y su guitarra acústica, el rollo country-blues de la pieza resulta muy animado y sirve de preparación para que los Stones al completo se lancen con el clásico de Chuck Berry "Let It Rock" y uno se coja el DeLorean para bailar Rock & Roll en el Oshawa Civic Center de Ontario en 1979.
Los Stones no parecen dispuestos a dar tregua a la audiencia y el trallazo proveniente de "Some Girls", "Respectable", aparece para sacudir los culos de la audiencia, le echará una mano la siguiente canción "Star Star (Starfucker)", en la que Mick Jagger está espectacular y demuestra que, por encima de egos y personalidades caprichosas, no es sino uno de los mejores vocalistas de la historia del Rock, las guitarras suenan de muerte y Bobby Keys en el saxo está en su línea, es decir, genial.
Llega el tiempo del relajo y la banda toca "Beast Of Burden", esa cadenciosa e insinuante balada que ha sonado en barras de striptease a lo largo de todo el orbe. La tregua prosigue con el medio tiempo "Just My Imagination" y sus ecos a las colaboraciones de los Stones con Gram Parsons. "When The whips Come Down" pone fin a la tregua y vuelve al macarreo y la canallesca, Rock & Roll abrasivo. "Shattered" continúa en la misma onda y nos sirve de enlace con una larguísima, chulesca y festiva versión de "Miss You", ideal para poner en pie al respetable.
Todo lo bueno tiene un final y los el CD cierra esta parte con "Jumpin' Jack Flash", un nuevo trallazo con una Jam-Session final.
Lo bueno de este "Court Order" no es solo que signifique un veraz testimonio de las andanzas en vivo y en directo de Mick, Keith y los demás en aquella época, como diría Súper Ratón: "Aún hay más" y es que el disco también incluye cinco canciones, todas ellas versiones, grabadas por Keith Richards en un estudio de Toronto.
La primera es una versión del cantante country Merle Haggard, de título "Sing Me back Home", convertida en una bonita balada gracias al piano de Bobby Keys y un Keith cantando con toda la sensibilidad que su nicotinizada voz le permite.
La segunda pieza, "She Still Comes Around", original de Jerry Lee Lewis, se acerca más a la vertiente más country y festiva del primer Rock & Roll.
"Worried Life Blues", el viejo blues del '41 de "Big" Maceo Merriweather, es transformada por "El Riff Humano" en una pieza más moderna al dotarla de la poderosa electricidad de su guitarra.
"Apartment Number 9", de Tammy Wynette, nos devuelve al country, pero esta vez a su vertiente más lenta y triste, con ensoñaciones de amores perdidos y vueltas a empezar.
George Jones estaría orgulloso de que este disco se cerrara con un cover de su "Say It's Not You" donde el espíritu de la música tracional norteamericana vuelve a apoderarse del piano de Bobby Keys y del sentimiento de Richards.
La primera vez que tengo noción de haber visto una foto de Keith Richards tendría unos once años, vi a un tipo delgado enfundado en una cazadora de cuero con una Fender Telecaster en las manos y un anillo con forma de calavera en uno de sus dedos. "Así que este tipo es el que toca esa música que tanto me gusta" pensé "qué tío más guay". Aquel fue el inicio de una historia en el que las canciones de Keith y los Stones ha sido sin duda un elemento clave y en la que, si ha habido un beneficiado, he sido yo, por todas las horas de disfrute y compañía que la música me ha dado.
Gracias por todo, Keef, no te mueras nunca.
The New Barbarians + The Rolling Stones - Toronto 1979 (concierto completo)
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