jueves, 12 de junio de 2014

"EL CREYENTE": EL DISCO QUE ME CONVIRTIÓ EN ATEO


He de reconocer que me equivoqué con Loquillo, cuando otros ya advertían la progresiva descomposición del rockero devorado por un personaje aburguesado y presa del marketing yo seguía defendiéndole con argumentos como su capacidad interpretativa o que “La nave de los locos” tuviera algunas canciones convincentes. Realmente me aferraba al recuerdo de algo que hacía años que se había agotado, y lo aprendí anuncio a anuncio, Coca-cola, constitución europea, banco Sabadell, Mahou... pero es realmente este disco el que me ha dado una bofetada de realidad.

Para empezar he de decir que lo primero que destila “El creyente” al escucharlo es falta de emoción, con los años Loquillo ha ido abandonando su componente rockero para acercarse a la figura del crooner pero, desafortunadamente para él, le faltan voz, presencia y eso que millones de franceses y el tristemente desaparecido Willie DeVille llaman Savoir faire, y demuestra que sin la garra de antaño el de El Clot no merece escucharse cantando. Otro de los males capitales de este directo son las guitarras, la incursión de tres guitarristas en esta gira no ha aportado ninguna otra cosa más que un muro sónico que podría pertenecer a la banda de Loquillo, a Supersubmarina o a los músicos de Chenoa y que se carga la estructura de temas clásicos como “El ritmo del garaje” o “El rompeolas” y sacrifica temas más nuevos como “Línea clara” o “Memoria de jóvenes airados”, sinceramente, creo que el maestro Stinus sigue siendo un grandísimo compositor pero opino que en el tema directo los conciertos le sobrepasan, que Igor Paskual se pierde entre molinillos a lo Pete Townshend y trasnochadas poses glam pero aporta poco como músico y Josu García tampoco parece dar el nivel . Las colaboraciones de Leiva y Ariel Rot, que parecen haber conformado con “El Loco” una especie de triunvirato a lo Carreras, Domingo y Pavarotti, tampoco aportan nada reseñable y para más inri la versión del “Spanish bombs” me parece indigna de la memoria de la gran banda que fueron The Clash. Sólo la prodigiosa colaboración del genial Dani Nel.lo que consigue dar una lección magistral de saxo merece ser reseñada positivamente.

Un digno indigno de figurar en la misma categoría que “A por ellos, que son pocos y cobardes” y a años luz de “Compañeros de viaje” o “Hermanos de sangre”.

Debería hacer recapacitar a alguno.

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