jueves, 28 de agosto de 2014

DAME UN HÉROE Y TE ESCRIBIRÉ UNA TRAGEDIA



La frase del título de hoy pertenece a Francis Scott-Fitzgerald, y lo cierto es que el autor de "El Gran Gatsby" lo hubiera tenido fácil con nuestro portagonista de hoy, primero por su triste trayectoría personal y su capacidad de encajar los golpes que la vida le propinaba, segundo porque la historia de Manolo Preciado en el Sporting se ha escrito miles de veces, a saber, alguien que llega a un lugar donde todo es un desastre, distanciamiento entre las personas, pobreza, incomprensión, el personaje va poco a poco actuando sobre los demás hasta revertir situaciones y convertir a todos en mejores y más felices individuos, en Hollywood este tipo de historias suelen ser protagonizadas por ángeles, Manolo no lo era, era humano, muy humano, y eso no hace sino agrandar su leyenda.
Cuando Don Manuel Preciado Rebolledo se presentó en Gijón no necesitó tirar de arengas taurinas ni aludir al «peplum» o al western para dar imagen de líder, sus primeras palabras fueron: «Os veo tristes y voy a intentar devolver la sonrisa a la gente. Ojalá logremos algo grande». El que crea ver similitudes entre tal comportamiento y otros basados en el populismo más zafio y la sinrazón del incapaz o no comprendía a Preciado o no le quería comprender, el entrenador del Sporting simplemente caló tan bien porque su grandeza era su sencillez y su espíritu, Asturias no es sólo un país, es una manera de sentir y vivir la vida, y en ese ideario la palabra «rendición» no tiene cabida alguna, la vida de Manolo Preciado era una apología de esa idiosincrasía.
Pese a lo que muchos puedan creer, el gran mérito de Manolo Preciado no fue ascender al Sporting y mantenerlo tres temporadas en primera con todos los factores materiales en contra, ni ganar en el Bernabeu, ni empatar al Barça de Guardiola, ni hacer una segunda vuelta de Champions League, ni devolver la sonrisa a la gente, como había dicho, y a la gente a El Molinón, no, eso son logros incuestionables, pero lo realmente destacable, y eso es algo que sus detractores, (que los había, supuestos gourmets de la táctica y el encorsetamiento en el fútbol, maniqueÍstas que consideran que un líder debe formar parte de una plutocracia y demás portadores del sinsentido) nunca entenderán. El gran éxito de Manolo Preciado fue recuperar el orgullo del Sporting y de los sportinguistas, algo que otros fueron dilapidando a base de descensos vergonzantes, gestiones corruptas y distanciamiento de la gente, y eso lo logró peleando como había hecho toda su vida, no importaba que el rival fuera un funesto destino, un contrario correoso o un ser infrahumano con aires de divinidad y el gigante mediático que le auspiciaba, él nunca se rindió y consiguió transmitir ese espíritu de lucha noble pero incansable a todos cuantos estaban cerca de él, dentro o junto al terreno de juego, mirabas a Manolo y veías lo que el Sporting debería ser, ahora miras a quienes le echaron y ves lo que el Sporting realmente es. 
Hoy hubiera cumplido 57 años, si no fuera porque un fatídico seis de julio su corazón, el cual derrochó sin vacilar a lo largo de su vida, falló por primera y última vez. Posteriormente, en las cercanías de El Molinón se inauguró una estatua suya encargada y sufragada por aficionados y jugadores que le querían y admiraban, la gente a la que se le rompió el corazón el día que le destituyeron, los que le lloraron el día de su muerte, los que le acompañaron en su último adiós en el estadio del que nunca debió partir, ésos, Manolo era el entrenador de la gente y la estatua de Manolo es la estatua de la gente. Lo demás sobra.


Recuerdo que Bruce Springsteen dijo una vez que el gran reto de la vida adulta es conservar el idealismo pese a la pérdida de la inocencia.
Manolo Preciado fue un ejemplo de ello.

Pipo Prendes- Manolo Preciado




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